Hace cuatro meses, intenté mudarme a una casa estudiantil que ofrecía un alquiler económico bajo la condición de probar productos de baño de un fabricante famoso. Inicialmente, supuse que no había sido seleccionado, pero de repente me di cuenta de que había sido elegido como segunda opción y finalmente aceptado en la casa.
Con gran alegría, me mudé al lugar solo para darme cuenta poco después de que todas mis compañeras de cuarto eran chicas, y además, todas eran estudiantes de mi universidad, pero un año más avanzadas que yo. El hecho de conocer a algunas de ellas de manera indirecta agregó una capa de complejidad a la convivencia. Pareciera que esta experiencia de vida compartida, con un toque de emoción, es inevitable.
Así comienza mi vida en esta casa llena de duchas y emociones.