El amo de la mansión era un hombre estricto que siempre reaccionaba con frialdad. Una noche, sorprendió a Maya mientras él se afeitaba. Resultó que tenía un peculiar gusto: se excitaba al afeitar el vello de las mujeres.
Maya, quien había sentido atracción por él desde que llegó a la mansión, levantó el dobladillo de su falda para mostrar su vello. Al ver su agitación, ella propuso que él la afeitara. Él aceptó.
Él preparó la espuma de afeitar y la aplicó desde su cintura hasta sus muslos, alrededor de la zona íntima, y finalmente en el vello. Excitada por la experiencia, Maya deseó continuar más allá.